Desde hace mucho antes de que se inventara la cromatografía como la conocemos, ya existían técnicas prístinas para la separación de sustancias químicas, pero estos procesos eran lentos, caros y era imposible utilizarlos para mezclas complejas.

En 1903, el científico y botánico ruso Mijaíl Tsvet, en una búsqueda por separar sustancias químicas individuales de pigmentos vegetales, crea un primer acercamiento a la cromatografía en columna.
El experimento de Tsvet consistió en aplicar una serie de extracciones simples y filtrarlos en una columna rellena con tierra calcárea (tierra compuesta principalmente por carbonato de calcio), logrando una separación de sustancias individuales, pero el resultado era pobre.
Una nueva forma de cromatografía

Durante la Inglaterra del 1900, donde la mayor fuente comercial del país era la lana y con la llegada de los textiles sintéticos provenientes desde Asia, se hacía urgente subir el valor comercial de este textil.
Es por esto, que en la búsqueda por encontrar los componentes químicos de la lana, Archer J.P. Martin y Richard L.M. Synge realizaron una serie de experimentos que los llevarían, en 1914, a publicar su artículo titulado: “Una nueva forma de cromatograma empleando dos fases líquidas", en el Biochemical Journal.

Martin y Synge usaron columnas de sílice con agua y cloroformo, este último tiene la particularidad de que no se combina con el agua. Estos líquidos fluían por tubos Craig que permiten separar las muestras a través de movimientos circulares.
Los componentes de la mezcla se distribuyeron separadamente entre las dos fases líquidas (agua y cloroformo), en función de su afinidad con cada una de ellas. A medida que se esparcían los componentes, se separaban unos de otros y podían recogerse a medida que salían de la columna.
Esta nueva forma de cromatografía se llamó “cromatografía de partición”, debido a la forma en que la muestra se divide entre las dos fases líquidas.
Ese artículo fue el que sentó las bases de la cromatografía tanto teóricas como prácticas, lo que les valió a Martin y Synge un premio Nobel de Química en 1952.
En nuestra próxima edición, les contaremos sobre la cromatografía gases y sus diferentes aplicaciones, tanto para la investigación como para el proceso de control de calidad para diversas industrias.